Astudillo

En Astudillo el viñedo tuvo una gran importancia hasta mediados del siglo XX. Prueba de ello es la regulación que de este cultivo se hace en las antiguas ordenanzas de la villa del siglo XVI y los 70.000 cántaros de vino que todavía se recogían en el XVIII.

En Astudillo encontramos bodegas subterráneas excavadas en los afloramientos arcillosos cercanos a la población. Especialmente en los entornos de La Mota.

Algunas bodegas también se excavaron bajo las viviendas, presentando una distribución similar aunque a ellas se accedía desde la propia casa o a través de alguna de las construcciones auxiliares distribuidas alrededor de los corrales. Al carecer de zarceras, su ventilación se realizaba por pequeñas ventanas que daban a la calle.

Las bodegas más características de Astudillo son las construidas con buena sillería de piedra caliza o mampostería. Todas ellas tienen pisos de tierra y la mayor parte se cubren con bóvedas de medio punto, aunque también las hay apuntadas. Bóvedas que en ocasiones se refuerzan con arcos fajones.

Estas construcciones forman una compleja y laberíntica red de pasadizos que se extiende bajo el casco urbano de Astudillo, no sobrepasando el antiguo recinto amurallado de la villa. Se han inventariado noventa tramos con un recorrido total de casi dos kilómetros, siendo más numerosas y regulares en los barrios de San Vítores, Pozo de la Cruz, Santa María, y Cinco Calles, mientras que las documentadas en las inmediaciones del Castillo de La Mota suelen presentar un trazado más irregular.