Viñedo

La economía del Cerrato desde siempre ha estado vinculada a la actividad agraria: cultivo de cereales y viñedo y cría de ganado ovino.

El viñedo y el vino han estado presentes en la vida cotidiana de la comarca, con una importante aportación a la economía local. La viña, o majuelo cómo aquí se conoce, forma parte del paisaje cerrateño. Todos los pueblos del Cerrato tenían una o varias zonas dedicadas a viñedo con pequeñas parcelas para obtener vino para el “gasto”. Ocupaban terrenos de miga gruesa, sin exceso de caliza, asentados sobre terrazas de aluvión o en laderas, preferiblemente orientadas al sur, poco fértiles para el cultivo de cereal, pero capaces de producir vino, para el autoconsumo familiar. A principio del siglo XX la filoxera acabó con gran parte de los viñedos de la zona. Más tarde, a mediados de los años 60, la mecanización del campo y la concentración parcelaria, contribuyeron al declive del cultivo de la vid. Actualmente los viñedos que quedan están dedicados mayormente al autoconsumo. Es en las localidades amparadas por las Denominaciones de Origen de la comarca del Cerrato: Arlanza, Cigales y Ribera del Duero, donde siguen estando muy presentes, dando prueba de la vocación vitícola de la comarca.

En la memoria persiste el cultivo de forma tradicional, que comenzaba por “alumbrar” la cepa a la salida del invierno, retirando con una azada la tierra a su alrededor para recoger el agua de lluvia. La poda se hacía en “vaso”, dejando un número variable de varas, según el vigor de la cepa y calidad del suelo. Los restos de la poda se recogían formando manojos de sarmientos de forma alargada. Una vez retirados se procedía a “rozar” el majuelo, pasar un arado con reja de golondrina para eliminar la hierba. Si era necesario se “azufraba” y se “sulfataba”, como tratamientos respectivos contra oídio y mildiu. Finalmente, la vendimia se realizaba a primeros de octubre, recogiéndose la uva en cestos de mimbre.